Desde que tengo memoria, la "Nona Emilia" allá en el campo, en Santa Fe, en la década del 70 los preparaba para todo el batallón. Nosotros partíamos de Rosario, generalmente el Sábado, a veces por la mañana, otras por la tarde y nos quedábamos a dormir para pasar el Domingo con ellos.
Mi madre cuenta que ni bien nos salúdabamos, al rato Doña Emilia preguntaba: 
-¿Qué preparo de comer?
Por eso ese mismo Sábado, después de cenar se transformaba la cocina - comedor. Desaparecía el mantel de la mesa, se corrían las sillas despejando el área y la Nona traía sacos de harina de la despensa, la canasta de los huevos y el aceite.
Entonces volcaba la harina sobre la mesa, hacía un hoyo y ponía 1, 2, 3, 4, 5... no sé cuántos huevos grandes, bien caseritos de la chacra y hacía un súper bollo de masa, amasando y amasando un buen rato.
Mis tías ayudaban a estirar. Recuerdo también que había una "Pastalinda" pero tal vez antes de la adquisición lo hacían con el palo y cortaban la masa a cuchillo.
Y los años fueron pasando, pero no puedo olvidar esos platos de tallarines con tuco servidos el Domingo en la gran mesa con tíos, primos y los nonos por supuesto, el aroma de los huevos y la harina cocinándose en la gran olla, esperando sentadita en el banco mi porción.

Recién cuando me mudé a Esquel, volví a probar los fideos caseros. De las manos de “Estela” que los hacía riquísimos, sin la "Pastalinda" y eran motivo de reuniones familiares en su casa. 
-¡La Abuela amasó fideos! decían mis hijos... y allá ibámos.
Estas cosas son las imborrables. Por eso, como además me entusiasma la cocina, siempre voy un poquito más. No solo es llenar la pancita sino el compartir momentos que a veces en el día, únicamente se dan alrededor de la mesa.
Esta es la receta que practico desde hace muchos años. Con algunas sugerencias que me ayudan y espero te sirvan para que te animes y los prepares.
¡Buen Provecho!